Las 10 profesiones más felices

El trabajo de sacerdote es considerado como el empleo "más feliz del mundo” según un estudio realizado por la Organización Nacional de Investigación de la Universidad de Chicago y publicado por la revista Forbes, esa que cada año nos pone los dientes largos con la lista de las personas más ricas del mundo. Y es que, y con todos los respetos, por eso se ha dicho siempre aquello de “vivir como un cura”. Sigue al de sacerdote entre los diez "más felices", el de bombero con un 80% de personas que ejercen esta profesión que afirman sentirse "muy satisfechos" con su trabajo porque implica ayudar a la gente. No hay más que ver a nuestros queridos bomberos de Bilbao, que en las fotos del calendario año tras año, "rebosan felicidad”.  En tercer lugar se encuentra el de fisioterapeuta, y según indican, se encuentran felices por permitir la "interacción social", seguido por el de escritor, que aunque no esté bien pagado, da "autonomía" y lleva a la "felicidad", según apuntan. En la lista, también está el empleo de profesor de educación especial y el maestro en general en un digno 6º puesto que indica que el contacto con los niños y jóvenes pese al esfuerzo, resulta siempre gratificante. Artista -escultores y pintores-, psicólogo, agente de ventas de servicios finanacieros, y operario son, en este orden, también profesiones felices para quienes las practican. Lo realmente raro es que en los tiempos que corren exista algún vendedor de servicios financieros que se muestre feliz y claro, habría que preguntarse cuando se realizó la encuesta.

Y puestos a hacer listas, tendría que haber otra de las profesiones más desesperantes…se me ocurren unas cuantas. Así que si vuestr@ hij@ os pregunta qué va ser de mayor, ya sabeís por donde orientarle.

Los niños del coro

No cabe duda de que una de las imágenes más entrañables de los colegios (especialmente en las películas) es la de los niños cantando en el coro. Niños de colegios británicos perfectamente uniformados entonando angelicalmente y con orgullo canciones coorporativas o jóvenes rebeldes acompañando ritmos modernos, esto en las escuelas americanas, mientras sus problemas, por muy insalvables que parezcan, se esfuman a ritmo de pentagrama. Todavía tenemos en la retina la imagen de Woopy Goldberg en “Sister Act” sacando a los niños de sus erráticas vidas y catapultándolos a la gloriosa fama a través de sus voces. O mejor “Los niños del coro” en la que un nuevo profesor de música ilumina la triste vida de un grupo de niños demostrando al incrédulo mundo la trascendencia de la música como terapia vital.

Todos queremos que nuestros hijos formen parte del coro del colegio, al igual que todos hemos querido participar en el coro del nuestro cuando éramos niños. Y por fin llega la gran oportunidad, el momento esperado: nace un nuevo coro colegial. La creación de un grupo coral que tratará jazz, folk, rock, pop, disney (¿una nuevo género musical?), percusión corporal y hasta bandas sonoras. Y para animar al personal a apuntarse, la atractiva pregunta ¿quieres cantar? , acompañado con un “¡no lo pienses más!”…porque realmente si lo piensas te das cuenta de que el coro soñado no sólo transcurre en horas de recreo sino que además ¡es de pago! ¿Un coro de extraescolar en horario intraescolar y además cobrado en horario ya pagado?. Francamente, ha caído un mito.