“Una maestra de primaria estaba dando una clase de dibujo a un grupo de niños de seis años de edad. Al fondo del aula se sentaba una niña que no solía prestar demasiada atención; pero en la clase de dibujo sí lo hacía. Durante más de veinte minutos la niña permaneció sentada ante una hoja de papel, completamente absorta en lo que estaba haciendo. A la maestra aquello le pareció fascinante. Al final le preguntó qué estaba dibujando. Sin levantar la vista, la niña contestó: «Estoy dibujando a Dios». Sorprendida, la maestra dijo: «Pero nadie sabe qué aspecto tiene Dios». La niña respondió: «Lo sabrán enseguida».”
Con esta maravillosa historia, en la que queda patente la asombrosa confianza de los niños en su propia imaginación, arranca un libro de imprescindible lectura que trata sobre la búsqueda de nuestro Elemento, el punto en el que el talento innato se une con la pasión personal. Según su autor, Ken Robinson, en la medida en la que lo encontremos y lo desarrollemos, nuestro mundo cambiará. Se trata en definitiva de buscar aquello en lo que brillamos, lo que nos apasiona, el medio en el que nos movemos “como pez en el agua”, nuestro Elemento. En él, nuestras aptitudes se desplegarán. Pero no todo vale, improvisar no es crear. Para ser imaginativo deberemos conocer a fondo nuestro Elemento y formarnos con las técnicas y herramientas que nos serán útiles en él. Pintar, escribir, pero también investigar, enseñar, cocinar o practicar surf…forman parte del universo de actividades en el que deberemos indagar para conocer cual es el que nos hace brillar. Pero no sólo a nosotros, ayudar a nuestros hijos a buscar su Elemento es una apasionante e imprescindible tarea que deberemos compartir con todos a aquellos que se ven involucrados en su educación. Ya lo dice un viejo refrán africano: “para educar a un niño hace falta todo el poblado”. Búsqueda, técnica y pasión: nuestro Elemento nos está esperando para cambiarlo todo.
